El desarrollo artístico en los cementerios de España, y por tanto de Asturias, sólo empezó en el siglo XVIII, cuando las autoridades se percataron del estado de abandono en que estos recintos y sus templos se encontraban. Es así como el debate por el lugar de ubicación de estos lugares de reposo se zanjó, inclinándose al entierro en las poblaciones, dejando de lado a las iglesias.
Esto permitió que durante el siglo XIX tuviera lugar un desarrollo artístico en las tumbas y mausoleos de la burguesía industrial y en la población enriquecida luego del fenómeno migratorio en América. Estos excolonos volvieron y se unieron parcialmente a esta burguesía industrial.
La construcción de los cementerios que darían cobijo a los difuntos de la zona se retrasó hasta principios del siglo XIX sobre todo a factores poblacionales y económicos. El más temprano de la zona de Asturias, Cantabria y Oviedo fue el de San Cipriano de Oviedo, y el más tardío el de San Fernando de Santander.
De los monumentos que se erigen en recuerdo de los fallecidos importantes en Asturias, se encuentran renombrados apellidos como Herrero, Buylla o Carbajal, relacionados con la banca y el comercio; o De la Sota, Chávarri, Bassagoiti, Martínez de la Riva o Juaristi en Vizcaya.
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